Conchi, además de ser una magnífica profesora era una maravillosa persona.
Nunca olvidaré sus famosos “objetivos”, con los que nos obligaba a estudiar día
a día, así como los belenes que montábamos con ella en Navidad. Tampoco
olvidaré el tablón situado justo detrás de la mesa del profesor que llenaba con
todas nuestras fotos de cuando éramos peques, y que ella tanto miraba con una
sonrisa en la cara, diciéndonos: “¡Pero chicos, cómo habéis cambiado! Eso sí,
igual de guapos que siempre”. El interés y la ilusión que ponía en sus clases
era capaz de transmitirlo hasta a la persona más perezosa para estudiar.
Gracias a Conchi entendí la sintaxis que tanto costó a mis compañeros (aun en
bachiller seguí usando sus esquemas de 4º) y prácticamente todo lo que sé de
Lengua es gracias a ella. Estudios aparte, también me enseñó muchísimo como
persona. Incapaz de enfadarse, nunca con una mala cara y siempre feliz, así era
ella. Cada vez que pasabas por su lado en el pasillo nos regalaba una de sus
mejores sonrisas, y en clase siempre te soltaba algún piropo como “¡qué bonita
eres!” o “tus padres deben de estar orgullosos de ti”. Todo ese tipo de
detalles hacían de Conchi una persona especial, y hacen que cada vez que la
recordemos se nos escape una gran sonrisa. Siempre estuvo a nuestro lado
apoyándonos tanto en los buenos como en los malos momentos y dándonos lo mejor
de ella cada día. Conchi Lago es la persona más buena y especial que he
conocido nunca, y ha dejado en todos nosotros una gran huella imposible de
borrar. Todo lo que soy te lo debo a ti, tú siempre creíste en mí. Siempre
estarás en mi corazón y nunca, nunca te olvidaremos.
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